Este es una pequeña plataforma donde comparto mi opinión sobre algunos temas referentes a educación y sociedad.

viernes, 7 de julio de 2017

La educación nos la imponen

El caso de cómo interpretamos la deserción escolar

Para hablar deserción necesitamos quitar de la mesa los prejuicios que nublan la comprensión del tema -no necesariamente hay que llamarle problemática-. 

1. "Los que no estudian no llegaran a ser nadie" este juicio letal, que conforma un enorme mito de la sociedad, se basa en una visión excesivamente cuadrada del mundo, además de un fuerte contenido elitista, porque "ser alguien" se convierte en el triunfo económico que nos ha enseñado el sistema, en el que si no contamos con un cartón que certifique -por criterio de otros- nuestras habilidades, capacidades y experiencias, nuestro trabajo o labor, simplemente no es digna. 

2. "Los que no quieren estudiar son vagos", esta frase tan común pasa desapercibida aunque implique un gran peso al juzgar indistintamente, las decisiones de otras personas, ya sea por situaciones que les presionan o por simple autonomía de eligir otras posibilidades, especialmente cuando es el mismo sistema educativo el que falla y no se adapta a los estilos de aprendizaje y aspiraciones de sus estudiantes.

Ambos parten de la idea de que el sistema educativo es la única opción de aprender, y ese si es un padecimiento problemático de la sociedad, tal como lo abordamos en otro artículo de este blog Sociedad ¿sin escuela?.

3. La educación aunque está incorporada dentro de la Declaración de Derechos Humanos, no implica mecánicamente que sea una opción para todos (no es el primer Derecho Humano violentado), tanto en Costa Rica como en muchos otros países, tendemos a pensar que "quien quiere estudiar, puede hacerlo, para eso hay becas, o trabajo" etc.

Con esa idea le restamos todo el efecto que tiene el contexto para la educación, la situación social, política, económica, psicológica  y cultural que rodea al estudiante y la familia. Por ejemplo el impacto que el machismo sigue teniendo en que la deserción tenga un tinte de género, entre los chicos que se les dice "tenés que ser el hombre de la familia e ir a trabajar" y las chicas que sufren la imposición de "le toca cuidar la casa, a sus hermanos, y ser una buena mujer", así también las becas que no suplen todas las necesidades, igual que el salario de los padres de familia; trabajar y estudiar no son opciones metodológicas para todos los trabajos ni todos los estudiantes, por tanto los obstáculos son muchos más de los que parece.

Es vital que tomemos en cuenta las muchas causas, y objetivos de la deserción escolar, no solo para tener información como un factor inmóvil, sino para verdaderamente actuar, tanto desde el plano social-económico, como desde las familias y especialmente desde las instituciones educativas, donde de manera particular los docentes tenemos la tarea de detectar, diagnosticar y tratar estas situaciones, no solo para "remediarlas" sino para aceptarlas y entenderlas tal cual se dan, sin prejuicios y sentencias. La sociedad debe garantizar el derecho a la educación, intentando permanentemente ofrecer todas las condiciones y posibilidades para ello, de manera integral pero libre, en lugar de concebirse como un proceso engorroso de formalidades inútiles a las cuales nos obligan.



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La educación sexual como una responsabilidad de todos

Estamos acostumbrados a que al pronunciar la palabra "sexualidad", se genera inmediatamente en las personas promedio, una serie de pensamientos que en su mayoría remiten a tabúes y con ello, se activa una reacción de vergüenza y negación, especialmente en las personas más jóvenes que se encuentran en construcción de su identidad y personalidad, y están mucho más permeadas por los mandatos de la sociedad y de manera específica a las de su familia y figuras de autoridad, incluido el centro educativo y sus docentes. Esto genera un problema cíclico, en el que por vergüenza no se habla de ello, pero por falta de esa disposición para conversar el tema, se refuerza la desconfianza para hablarlo.

Aunque la sexualidad, como aspecto intrínseco al ser humano y a la sociedad, debería resultarnos algo natural a lo largo de nuestra vida, reflexionado, íntegro y placentero; gracias distintos factores como la moral y la religión -igualmente manipuladas por personas-, ha sido obstaculizada, arrebatada de nuestros cuerpos y coartada de toda manifestación en la sociedad, desde el coito, la expresión corporal hasta la afectividad y los sentires. Esto se ha transmitido de generación en generación, debido a la falta de voluntad en los núcleos familiares para abordar el tema, lo que como consecuencia ha tenido una mutilación de una parte nuestra identidad, desde muy temprana edad, derivando en una carencia de empoderamiento y la susceptibilidad a problemáticas como crisis de identidad, devaluación de las personas y los cuerpos, acoso, violencia sexual, sumisión de todo tipo, embarazos no deseados y un amplio síntoma social de no disfrute de la sexualidad de manera sana. 

Si bien la escuela no puede ser un sustituto de la formación moral y personal que le corresponde a la familia, desde ser un complemento de esta, por tanto en su labor de tratamiento y vínculo con personas sexuadas, que tienen necesidades físicas, psicológicas y afectivas, debe responder consecuentemente e implementar dentro del currículo académico-intelectual de las asignaturas, la promoción de valores de convivencia y habilidades que permitan a las personas desarrollarse integralmente en sociedad. En Costa Rica, aunque desde hace más de 5 años surgió formalmente la propuesta de incorporar el tema en el quéhacer educativo, no se ha implementado realmente, especialmente frente a negativas de la Iglesia Católica que obstaculizaron el proyecto, pero en general porque a nivel interno el Ministerio de Educación Pública no termina de diseñar una estructura institucional que realmente se encargue del tema, tras la aprobación de las guías sexuales propuestas en 2012, entre departamentos y docentes se ha "pateado la pelota" como se dice popularmente, y nadie resulta responsable, de tal manera que los docentes indistintamente de su asignatura, nos vemos obligados a enfrentar la problemática, desarmados por las limitaciones reglamentarias tenemos que resolver dudas, inquitudes o tratar ciertos contenidos intentando hacer relación con la sexualidad, sin violentar la delimitación de nuestras obligaciones. 

Por tanto, esta sigue siendo una gran carencia y deuda del sistema educativo para con los estudiantes y las mismas familias, quienes también necesitan aprender, y generar herramientas para romper mitos y combatir los efectos de esta ignorancia; aunque siguen habiendo esfuerzos, aún son muy débiles, y limitados, en este caso con la administración Solís Rivera, en esta semana la Ministra de Educación, Sonia Marta Mora, anunció para el próximo curso lectivo la inclusión de este tema como una asignatura formal, para el abordaje de contenidos como las relaciones positivas, nuevas masculinidades y feminidades, la importancia de la denuncia en las relaciones abusivas, el papel del Estado y el placer. Sin duda es un enorme avance, digno de aplaudir pero sin dejar de exigir muchas más mejoras, ya que esta medida sigue siendo mínima, la asignatura solo será para estudiantes de décimo año y contará con apenas 40 minutos semanales, además con la opción de que los padres se nieguen a que se reciba; mientras tanto los niveles de sétimo, octavo y noveno seguirán recibiendo los contenidos sobre sexualidad -según lo dice el papel- distribuidos entre Orientación, Educación Cívica y Ciencias Naturales, temática para la cual a los docentes no se nos prepara, no hay protocolos ni una real coordinación entre dichos departamentos.

Nos queda mucho por hacer, las familias, estudiantes, docentes y administrativos, necesitamos responder a esta necesidad social, que además se profundiza en un contexto de incremento de la violencia y crímenes sexuales, de diversidad, de debates por el derecho a la identidad y a la protección de derechos civiles, que están ahí todos los días, fuera y dentro de las instituciones y hogares, no podemos seguir negando información y diálogo porque lo único que produce es un desarme de los jóvenes ante la sociedad; no se puede tratar de un adoctrinamiento ni juicios de valor como lo han planteado los grupos religiosos, por el contrario lo que se debe buscar es la educación científica y laica que valide el derecho de información y decisión de las y los estudiantes, la escuela y la familia deben ser agentes activos, sin coacción ni limitantes, partiendo de la capacidad crítica de nuestros estudiantes e hijos. 


Nueva asignatura de sexualidad en décimo año.
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