Suena
como un baldazo de agua fría cuando nos dicen que es posible una sociedad sin
la Escuela, una sociedad desarrollada y profundamente educada, de entrada nos
parece una atrocidad y una completa locura pensar en educación sin escuela. Sin
embargo el planteamiento de Iván Illich es categórico y formulado desde una lectura
muy profunda de la sociedad, creo que da en el clavo al plantear la serie de
críticas, que sinceramente ninguno o muy pocos de nosotros, se habían
planteado, de ahí nace todo, de darnos cuenta e identificar y reconocer la
problemática.
Este
autor aborda varios temas sobre la Escuela como institución anquilosada en la sociedad, y la educación en sí; por
ejemplo, cuestiona la idea de que la educación universal sea posible, en el
marco de la sociedad actual, un problema que muchos le achacan a la actitud de
los maestros, la no utilización de nuevas herramientas y metodologías, o bien,
de ampliar excesivamente las tareas del maestro en lo referente a la vida del
niño; pero es un problema que en realidad refiere a la estructura del sistema imperante, no le sirve que todos tengamos educación.
Además su aporte más interesante y novedoso, me parece, es el de las dependencias que se generan a partir de las respuestas institucionales a todas las necesidades, lo que el denomina como impotencia psicológica, la incapacidad de valernos por nosotros mismos, de
organizar nuestras vidas y entornos, un reflejo de la pobreza modernizada a falta de la
escolaridad, porque aunque existen demasiadas escuelas, la educación como tal, sigue sin llegarle a todos. De ahí el imaginario de pensar como ricos con un hipotético acceso a todo, pero vivir como pobres, limitados por muchas variables.
En este sentido, resalta incluso que la obligatoriedad misma de que exista la Escuela como entidad, garantizada por el Estado, genera una
desigualdad obligada, todos tributan por educación, pero no todos la reciben; la Escuela sigue siendo una herramienta
altamente divisoria de la sociedad y no un mecanismo de democratización como
nos quieren hacer ver.
¿La Escuela educa?
Otra
gran ilusión en que se apoya el sistema escolar es aquella de que la mayor
parte del saber es el resultado de la enseñanza, pero esto es falso, el
aprendizaje es una decisión que no está directamente determinada por la instrucción
programada de la escuela, la escuela como un inmenso conjunto de requisitos,
queda obsoleta porque sus objetivos no son funcionales, nos enseñan mil cosas
que muchas veces ni el mismo profesor puede explicar para qué nos sirven en la
vida cotidiana, la Escuela no ayuda a poner en práctica los conocimientos y habilidades,
seguimos viviendo la educación bancaria de la que habla Freire. La Escuela es la formalización de la
batalla contra la ignorancia, una idea desde un sector elitizado por el “conocimiento”
teórico, que se mueve pensando que solo la Escuela sabe instruir y educar, es
decir, que solo es posible una educación, y que la verdad es solo una.
¿Cómo desescolarizar?
Para cambiar nuestra sociedad, se necesitan nuevas formas de entender y
encarar los procesos de educación, de tomar en cuenta la educación formal o
incidental, debemos apartarnos radicalmente de la premisa de que solo en la Escuela se puede aprender. En realidad, tal como apunta el autor, todos hemos
aprendido la mayor parte de lo que sabemos, fuera de la escuela, sin maestros o
incluso a pesar de lo que estos digan, ya que normalmente plantean una serie de
limitantes más que de posibilidades de aprendizaje.
La escuela es un ente de tanto poder en
la sociedad, que emite el juicio de quien sabe y quien no, que certifica con un
papel mis procesos de años, incluso es tan fuerte que nos reclama nuestro tiempo,
nos somete a jornadas e inversiones energéticas poco saludables físicamente y negativas para nuestros procesos cognoscitivos, por eso los niños se aburren y se
bloquean a adquirir y generar conocimientos.
La educación en general y especialmente
la universidad como culminación del proceso de formación de adultos
profesionales, es en realidad más que un instructor de conocimientos avanzados,
un guía que nos impone pautas de consumo, un perfil de necesidades, actitudes y
aspiraciones, muy por encima de la media de una sociedad carente de
escolarización formal, por tanto la Escuela marca incluso a aquellos que no la viven. La universidad determina nuestra vida en el hogar,
el trabajo que queremos, para consumir todo lo que la sociedad nos dice que
debemos, para ser felices, y esto nuevamente, es un parteaguas en la sociedad,
una división dramática de la población, unos pocos que tuvieron acceso a
condiciones extraordinarias, y eso debemos combatirlo.
Esta idea se resume en que no
podemos iniciar una reforma de la educación a menos que entendamos primero que
ni el aprendizaje individual ni la igualdad social pueden acrecentarse mediante
el ritual de la escolarización. No podremos ir más allá de la sociedad de
consumo a menos que entendamos primero que las escuelas públicas obligatorias reproducen
inevitablemente dicha sociedad, independientemente de lo que se enseñe en
ellas.
Que la escuela sigue sin
prepararnos como ciudadanos con sentido de justicia y con destrezas personales
para desenvolverse en el mundo, la escuela sigue siendo una réplica de la
jungla donde sobrevive el más fuerte, y el que se sabe adaptar para no morir pero que no es feliz.
Los valores que pretende imitar son cuantificados, nos enseñan a medir
absolutamente todo, incluso la imaginación, a delimitar todo a una cifra una
cantidad, como el éxito, las capacidades.
La Escuela no es más que la
ilusión de mejorar artificialmente nuestras condiciones, que se remite a lo
material, al empleo y acomodamiento social, de la posesión de la verdad y con
ello se genera una jerarquización, donde nos ubican según la educación que
logramos o decidimos recibir.
Finalmente la reflexión necesaria desde el marxismo para entender la
problemática sobre la Escuela y a partir de ello ACTUAR, la apunta el propio Illich al decir que “Sólo si la
escuela se entiende como una industria, puede planificarse de manera realista
una estrategia revolucionaria.” A la vez que nos señala como únicos
responsables de nuestra propia desescolarización, o sea, de sacarnos de la
cabeza, ese único e institucional modelo de educación rígida y obsoleta. Para
esto, igual que para la revolución que liberará a la humanidad de la
explotación capitalista, la afirmación de que la Escuela es el más grande y más
anónimo de todos los patrones, es central, es una tarea que nos queda a
estudiantes, profesores y a todas las personas, implica una unificación de la
propuesta alternativa y radical, que debe plantearse en conjunto, luchar solos
nunca ha conducido a nada.
Referencia: Illich, I. La Sociedad desescolarizada. México, 1985.